Mari Cruz nació el 14 de septiembre de 1950, Día de la Cruz de su pueblo. Lo recuerda a la perfección, igual que sus vecinos y vecinas.

Fue diagnosticada de párkinson hace 20 años y, pese a las complicaciones del día a día y los recuerdos de tiempos pasados, no pierde la energía.

Hace de todo. Reflejo de ello es su garaje, su pequeño laboratorio. Porque Mª Cruz es así, generosa por naturaleza. Quizá por eso es tan feliz en su pueblo, porque como ella dice “si das, recibes”.

Su hija es su mano derecha, siempre pendiente aún en la distancia. Vive en Madrid, pero se desplaza largos kilómetros cada vez que su madre tiene que acudir a consulta. Tampoco se olvida de Marta, la persona que acude a diario a su domicilio para apoyarla, y con quien comparte largas horas de charlas y manualidades.

Asegura que su calidad en el pueblo es mucho mejor que en la ciudad, pero no son pocas las dificultades que enfrenta en su día a día. Desde las diversas barreras arquitectónicas en sus calles hasta las empinadas escaleras que tiene que subir diariamente para acceder a su casa: “Tenemos pensado mejorar la entrada para que sea más accesible, pero resulta muy caro. Todavía no llegamos a tenerla, pero lo conseguiremos».